
La autenticidad de Casa Maera se percibe nada más atravesar sus puertas, quizá incluso antes, cuando uno pasea por esas calles del sevillano Barrio León, en Triana, donde parece haberse detenido el tiempo. Eso mismo sucede al llegar al umbral de esta casa de comidas que fundó Antonio Maera junto a su mujer, y que ahora regenta Pepa Maera junto a su madre.
En estos tiempos de “foodificación”, adentrarse entre los muros de Casa Maera reconforta más que nunca. La tradición andaluza más auténtica en un lugar que ofrece siempre los productos que estas dos guisanderas, Ramona y Pepa, traen de Isla Cristina o Sanlúcar de Barrameda, o del más cercano mercado de San Gonzalo.
Una generosa fuente de tomates “aliñaos” que llegan de Granada, pan de leña de Alcalá de Guadaíra y unos picos de Antequera sirven de presentación al comensal en un lugar que no tiene carta y que ofrece una cocina no sólo tradicional, sino plenamente estacional. Según el momento del año en que nos encontremos, así serán los platos que se ofertan.
Visitamos Casa Maera a comienzos de septiembre, acaban de reabrir tras sus vacaciones y las sugerencias tienen que ver con un verano que aún alarga sus días. Entre ellos, no podía faltar un clásico que llevan años elaborando, como los huevos fritos con tomate frito casero y langostinos, una receta de Sanlúcar de Barrameda, según nos explica una sonriente Pepa.
Un plato excepcional son las coquinas con manzanilla “pasada en rama” de Xixarito, de las Bodegas Barón de Sanlúcar. Los huevos de choco a la marinera, otro plato del momento, llegan al comensal rebosantes de sabor a mar. Otro clásico imperdible, el atún al ajillo, sencillamente excelente. La carrillada también puntúa con buena nota. Los arroces, de encargo, son otro clásico del local, como la ensaladilla rusa.
Queda pendiente una visita invernal para degustar platos como el potaje de berza, el cocido de calabaza y alubias, los garbanzos con setas o los judiones con chorizo, morcilla y costilla ibérica.
Una copita de vino dulce, unos piononos de Santa Fe y unas rosquillas rematan una comida que nos reconcilia con nuestra cocina más tradicional, aquella que siempre practicaron las abuelas en sus fogones y que se mantiene inalterable en Casa Maera.