Por Alberto Adeva / Fotos: Natalia Adeva
Un buen plan en cualquier momento, pero sobre todo en verano, es visitar Vigo y su ría, un paraje que ofrece mucho que ver al visitante. Vigo, pese a sus cuestas, tiene ese encanto marítimo tan atractivo. Tampoco es un lugar con un gran trasiego de turistas, ni siquiera en agosto, por lo que uno puede perderse por sus calles como un vigués más.
En Vigo es necesario conocer el Monte de O Castro, un lugar de reminiscencias celtas y que cuenta con un espectacular mirador. En Salinae, más abajo, se encuentran las antiguas salinas romanas. Siempre es interesarse pasear por las calles del barrio histórico y quizá, si apetece, probar unas ostras en la calle del mismo nombre.La Alameda o la calle Montero Ríos también merecen la pena. No demasiado lejos de allí se encuentra Casa Marco, un lugar de moda en Vigo, con una buena cocina gallega renovada y postres originales.
Un buen plan para la cena es salir de la ciudad y acercarse a la zona de Canido, donde existen varias direcciones fiables. Seguramente ninguna lo sea tanto como Basilio Toralla, donde la materia prima y la cocina gallega tradicional son una garantía. Excelente empanada, pimientos de Padrón (que no pican), originales vieiras con huevos estrellados y patatas, mariscos de la ría y extraordinarios fideos con almejas o carabineros. Allí cerca se puede visitar el yacimiento arqueológico de la Villa Romana de Toralla. Si es verano, opción de playa en Canido, Samil o Vao. Bouzas, el barrio marinero de Vigo, también tiene sus devotos.
Estando en esta ciudad no podemos dejar de visitar las Islas Cíes, un lugar absolutamente impresionante. No en vano su playa de Rodas fue elegida por el diario The Guardian como la mejor del mundo. Para que ir al Caribe, habría que preguntarse. Lástima que el agua esté tan fría, pero si tenemos cierto afán excursionista, ya nos habremos dado cuenta que las Islas Cíes marcan la última frontera de la ría de Vigo con el océano Atlántico. El barco lo tomaremos desde la Estación Marítima de la Ría. Conviene reservar la visita previamente, más aún en verano.
Al otro lado de la ría, el sol de mañana y las lucecitas nocturnas nos hacen pensar que allí también hay vida. El ferry es un buen recurso para llegar hasta Cangas de Morrazo, por ejemplo. Visitar los mercados allí donde uno está es una sana costumbre. A pie de puerto tenemos uno, repleto, cómo no, de productos de la ría. Entre las callejuelas de Cangas, el gastrónomo tiene una nueva oportunidad de familiarizarse con los productos de la tierra. Si se quejan las piernas, existe un buen número de terrazas para disfrutar sin prisas: las vistas son extraordinarias. Si lo que aprieta es el hambre, O Pelao es una buena opción para comer de picoteo.
Si queremos estirar aún más nuestra visita por estas tierras y nos queda algo de tiempo, una buena opción es una escapada en tren a Pontevedra o, mejor aún, a Tuy y Valença do Minho, los dos pueblos fronterizos entre España y Portugal. Ambos tienen gran interés arquitectónico y son un buen destino foodie. El tren finaliza su recorrido en Oporto, pero ese destino lo dejaremos para otra ocasión.